J. C. Malone - 1/13/2010
NUEVA YORK.- Quienes resolvieron aquellos “problemas matemáticos” de sexto grado entienden perfectamente la política mundial actual. Esa gente encuentra respuestas para cosas como: “Si Juan tiene dos naranjas y Pedro le quita seis manzanas, ¿cómo se llama el perro del hermano del novio de la hija del vecino del amante de tu madre?”. Saber esa respuesta es fundamental para entender esto: un nigeriano convertido al fundamentalismo islamita en Londres, aborda un avión en Holanda para estallarlo sobre Detroit. Y Washington responde aumentando la seguridad en vuelos procedentes de Cuba. Ambas situaciones comparten una descarada incoherencia.
Ayer era “Guerra contra el terrorismo”, pero Obama “cambió” eso y hoy es “Guerra contra extremistas peligrosos”, pero son iguales. Después de Detroit impusimos seguridad extraordinaria para los vuelos procedentes de 14 países. Sin incluir Egipto, Kuwait, Marruecos, los Emiratos Arabes Unidos y el Líbano, de donde salieron muchos de los pilotos suicidas del 9-11. Ni Londres, donde se radicalizó el sospechoso, ni Holanda, donde abordó el avión con el explosivos están sujetos a nada extraordinario. Los pilotos suicidas del 9-11 y el fracasado en Detroit, son hijos de ricos que obtienen visas estadounidenses privilegiadas en sus depaupeadas naciones. Para protegernos de ellos, levantamos un muro fronterizo y redoblamos las redadas contra inmigrantes pobres. Desde el 2001 buscamos al nombrado Osama Ben Laden y conocemos su escondite, pero no lo encontramos, y sí encontramos agua en la Luna.
Esta lógica incoherente confunde a la gente, que luego asegura tenerlo todo claro, para no parecer descorazonadoramente estúpida. Aquí hay por lo menos dos temas paralelos y desconectados. La palabra “terrorismo” es tan poderosa que solo mencionarla hace que todo lo demás quede invisible e irrelevante. Y las cosas “que no se ven”, dijo Martí, siempre son más importantes, ¿cuáles asuntos se esconden detrás del terrorismo?
