JC. Malone - 10/8/2008
NUEVA YORK.- Lo que comenzó con unos clientes morosos que no pagaron sus hipotecas a tiempo, ahora es una crisis trascendiendo el mercado inmobiliario y los mares. Las finanzas europeas, asiáticas y mundiales están envueltas en esta tormenta que ya infectó al sector público y altera la política neoyorquina.
Los acontecimientos se precipitan y cambian en altísima velocidad. Hace una semana, cuando el presidente Bush buscaba los US$700 mil millones, hablando de “urgencia” y “emergencia”, los consiguió y ahora nos pide tener “paciencia”. Los bancos y compañías de seguro asiáticos y europeos colapsan y son nacionalizados, como ocurrió aquí. Esta crisis arropa al planeta porque las finanzas son como el sistema nervioso central de la economía: sus problemas se reflejan en todo el organismo.
El estado de California tiene un Producto Bruto Interno (PBI) equivalente a la octava economía más grande del mundo. Y acaba de pedirle al Gobierno Federal unos US$7,000 millones para financiar su flujo de caja y manejar sus operaciones diarias. Massachusetts está igual y el gobernador de Nueva York, David Patterson, busca dinero para cubrir déficits presupuestarios.
El alcalde neoyorquino, Michael Bloomberg, augura que perderemos 120 mil empleos, y que vivimos una situación de “emergencia”. En este momento él no podría “darle la espalda” a la ciudad. Cambiará la constitución municipal, que prohíbe reelegirse más de dos veces, para repostularse otra vez. En esencia, Mike se “sacrificará” por nosotros, quedándose cuatro años más en la alcaldía, porque de acuerdo con él y sus seguidores, “no hay nadie más”.
Todavía esto no golpea al tercer mundo de manera frontal, quizá se combinará con la hambruna previamente anunciada. Los derrumbes en los precios del petróleo hacen que los “expertos” económicos, los mismos que nos metieron en este problema, aseguren que este es sólo un inicio, sin final visible.
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