martes, 2 de diciembre de 2008

Economía y fe

JC. Malone - 12/2/2008

NUEVA YORK.- El elemento más aterrador en toda esta crisis financiera es el consenso entre los economistas sobre la forma de resolverla. Todos coinciden en que imprimir cuantos billetes bancarios sean necesarios para dárselos con muy poquitas condiciones a los banqueros que crearon el desastre, es la única salida. Con muchísimo dinero de por medio, como ahora, el apoyo a las decisiones puede depender más del poder del dinero mismo que de ninguna otra consideración.

Cuando los economistas coinciden todos perdemos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) es un buen ejemplo. El FMI lleva más de medio siglo con una sola camisa de fuerza para todos, pero pese a múltiples ajustes y reestructuraciones, nadie ha podido usarla efectivamente. Esta crisis nació del “Consenso de Washington” y su “desregulación” de los mercados financieros. Los neoliberales llegaron al “final de la historia” con ínfulas mesiánico-fundamentalistas. Dividieron el mundo entre ellos y los “estúpidos” que se les oponían.

Los economistas y los brujos tienen cosas importantes en común. Ambos viven obsesionados con el futuro y toman decisiones “para ver” cómo lo afectan. Los primeros definen la “confianza” como vital para el mercado; para los segundos la “fe” es central. Los brujos, desde luego, son más inofensivos porque sus decisiones afectan a menos personas que las de los economistas.

Los únicos economistas que “están bien” son los gobernadores de los bancos centrales, el gabinete económico oficial y los del partido de gobierno. Ah, también los hijos de ricos que aún no logran quebrar los negocios de sus familias. Nosotros sabemos que los economistas nunca saben lo que hacen, ¿O sabían que nos metían en este problema?

Ayer aseguraron que no terminaríamos aquí, hoy aseguran que saben cómo sacarnos, pero demandan “confianza”. Y si la cuestión no funciona, ellos son inocentes, culpemos nuestra poca “fe”.

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