J.C. Malone
Quienes retienen el poder silenciando la disensión, dijo el presidente Barack Obama, están del “lado equivocado de la historia”. Y les ofreció el siguiente trato en su discurso inaugural del martes 20: “Nosotros estamos dispuestos a extenderles una mano, si ustedes están dispuestos a aflojar el puño”.
El miércoles 21, Ricardo Alarcón, jefe del Congreso cubano, dijo que el discurso de Obama fue “muy intesante... debe ser leído con interés”. Alarcón es el diplomático más experimentado de la Revolución. El jueves 22, el presidente Raúl Castro dijo que Obama “parece un buen hombre; le deseo buena suerte”.
El viernes 23, en su columna del diario Granma, Fidel Castro literalmente “aflojó el puño”. Dijo que no quería “interferir ni estorbar” en las “decisiones constantes (del gobierno) frente a dificultades objetivas derivadas de la crisis económica mundial”.
Agregó que los dirigentes actuales no deben “sentirse comprometido(s) por mis eventuales Reflexiones, mi gravedad o mi muerte”. En su brevísimo artículo Castro elogia la sinceridad, inteligencia y nobleza de Obama.
Castro reflexiona sobre su “raro privilegio de observar los acontecimientos durante tanto tiempo. Recibo información y medito sosegadamente sobre los acontecimientos. Espero no disfrutar de tal privilegio dentro de cuatro años, cuando el primer período presidencial de Obama haya concluido”.
Lo dijo claro: su tiempo se acaba y quiere ver cambios en Cuba. Los dirigentes cubanos deben actuar rápidamente; tienen la propuesta de Obama, la autorización de la vieja guardia y el apoyo de todos los cubanos. Liberando prisioneros, permitiendo mayores libertades políticas y de expresión, estarán “aflojando el puño”.
Solo así Obama les “extenderá una mano”: eliminando las restricciones de viajes y envío de dinero, miles de millones en remesas y turismo ingresarán a Cuba. Con eso Obama facilitará el inicio de la reconciliación en la familia cubana.
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