Apostando a la estupidez
JC Malone - 9/3/2008
Es normal que los políticos hagan y digan estupideces. El presidente Bush, sin embargo, merece crédito por haber asumido, sublimizado y glamorizado la estupidez. John McCain, el candidato republicano, sigue esa escuela. “No requiere mucho talento que le derriben a uno el avión. Yo fui capaz de interceptar un misil tierra-aire con mi propio avión”, bromeó McCain.
Repite lo que funcionó para Bush, usa los mismos estrategas y las mismas armas. Tras la reelección de Bush en el 2004, un diario londinense se preguntó: “¿Cómo pueden 59 millones de personas ser tan estúpidas?” Sencillo, los afroamericanos se identifican con Obama y los estúpidos, la mayoría en todas las razas, se identifican con quien asuma su estupidez honestamente. Asumiendo su estupidez con gallardía y sentido del humor, Bush logró que muchísimos estúpidos reeligieran a “uno de suyos”. Hipólito Mejía ganó apostando a la estupidez. Abdallah Bucarán, el redentor de los estúpidos, tuvo la mala suerte de ser tan estúpido que lo defenestraron.
Según Facundo Cabral, su abuelo le temía a los pendejos porque son demasiados. Con ellos se ganan las elecciones y una licencia para gobernar estúpidamente. La estupidez asumida convierte en fortaleza lo que debía ser una debilidad, desarmando al oponente y sumando muchísimos votos.
McCain manipula sus 72 años cometiendo muchísimas incoherencias perdonables a cualquier abuelo. El secreto de su poder, como el de Samson, está en la cabellera, sus canas inspiran confianza, nadie desconfía de sus abuelos o bisabuelos.
Eso explica en parte la solidez de su candidatura pese a la fascinación que causa Barack Obama.
Burlándose de su vejez y resabios, McCain aprovecha las técnicas de Bush; pero no ganará sin alejarse de Bush. Al Gore intentó separarse de Bill Clinton usando las técnicas de Clinton, pero el intento fue tan estúpido que perdió.
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