JC Malone - 8/29/2008
Finalizada la convención, Barack Obama tiene 68 días para cumplir tres tareas fundamentales. Debe presentarse ante el electorado; fuera del partido no es tan conocido como debe ser un ganador. Debe reasegurar la unidad partidaria y el apoyo decidido de la maquinaria Clinton. Debe explicar con claridad cómo resolverá la crisis económica, y cómo y cuándo sacará a las tropas de Irak. Fallar en cualquiera le costará las elecciones.
La primera noche de la convención estuvo dedicada a explicar quién es el sujeto. El emblemático senador Ted Kennedy lo definió entre muchas otras cosas, como el portador de la antorcha en la nueva generación. Luego su esposa Michelle pintó un retrato muy humano y familiar del candidato.
El martes en la noche Hillary Clinton se ocupó de dos cosas. “Debemos unirnos como un solo partido, con un solo propósito”, dijo reclamando unidad partidaria. Y fustigó la política económica de Bush. Ella se encargó de reafirmar a McCain como la continuación de Bush. Elegir a McCain, alertó, sería un tercer período de Bush. Los Clinton fracasaron en su intento de tener un tercer período; parece que decidieron sabotear el intento de los Bush. Cuando habló aceptando la candidatura, Obama tuvo que atar algunos cabos sueltos, como elogiar la gestión Clinton para reafirmar el apoyo de ese clan. Personalmente él ha sido parco en ese sentido.
Y tendrá que establecer con clara precisión, cómo resolverá la crisis económica, y cómo retirará las tropas de Irak. Afortunadamente para él su consigna: “Sí se puede” encierra las dos cosas que el país busca: cambio y esperanza.
Sólo debe explicar cómo lo hará.
La tarea es tan inmensa como corto el tiempo, y Obama también enfrenta los imponderables de la política y la amenaza latente del racismo. Su cuenta regresiva ya empezó.
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